Un barrio de la periferia, cinco niños de unos diez años, comen pipas mientras hablan. Me acerco a ellos. Intuyen que me ocurre algo y me preguntan si estoy bien a la vez que me ofrecen pipas.
Meto la mano en una bolsa pringosa y les sonrío dándoles las gracias.
Les cuento el motivo de estar tan enfadada y triste. A los pocos minutos, me veo haciendo terapia con unos chavales que no van a colegios privados, ni visten con ropa de marca y probablemente no tengan los mejores juguetes del mundo.
Hablamos de peonzas, de rugby y de lo poco que les gusta el fútbol.
Uno se da cuenta de que mi nombre coincide con el de su profesora y dejo de ser yo para convertirme en la "profe". Palabra que repiten como si fuera un mantra y ellos los mejores niños del planeta. Seguro que no es así pero han decido portarse bien.
Uno con pinta de ser el que más quebraderos le da a la maestra me pregunta: ¿Crees en Dios?
Y no sé qué responder...
Otro, el que presume de ser el más alto de todos, me plantea lo siguiente:
-¿Tú sabes lo que es el Big Bang?
- Sí, respondo con los ojos muy abiertos
- Entonces dime, ¿Dios cuándo apareció? ¿Antes o después de la explosión? ¿Quién ha escrito sobre eso?
Yo sólo puedo mirarle y pensar que ojalá en su vida no le condicione el barrio donde ha nacido, o la gente con la que se relaciona.
Le recomiendo que vea alguna serie con el mismo nombre TBBT y al pasar unos días me doy cuenta de que debería haberle recomendado algún programa sobre Ciencia.
En todo caso, los niños brillan y espero que él tenga la suerte de tropezar con alguien que se dé cuenta.
Lo más bonito del mundo no sé si se encuentra en Alicante o en Irlanda. Lo más bonito del mundo lo descubro en una fotografía de hace unos años, de hace unos meses o en la que me acaban de hacer.
Lo más bonito del mundo es apagar los móviles y encender los sentidos. Disfrutar de esos paseos por la playa con amigos que son AMIGOS.
Lo más bonito del mundo es intentar salir a correr, ni siquiera correr. Lo más bonito del mundo es sonreír un poquito, reír un mucho cuando el día no te ha dado permiso pero tú le sacas la lengua.
Lo más bonito del mundo es teclear palabras a una persona querida.
Lo más bonito del mundo eres TÚ. Aquí, en Castalla, en Orito, en lo alto del castillo Santa Bárbara, en mitad de la Explanada. O coronando la Serra Grossa.
Lo más bonito del mundo es que me envíes un mensaje y quieras quedar para charlar durante horas. Pisando arena o en mitad de un parque.
Lo más bonito del mundo es ELLA, ÉL y VOSOTROS.
Lo más bonito del mundo es sentir ese sol que calienta mi pecho mientras escribo frente a la pantalla.
Lo más bonito del mundo es dar ese abrazo que te debía. Labios en forma de media luna sin razón. Lo más bonito del mundo es una montaña sin nombre, una excursión no planeada, la improvisación matutina.
Lo más bonito del mundo es que busques una canción para hacerme feliz y viceversa.
Lo más bonito del mundo es que me encuentres por Google, leas lo que escribo, critiques mis trabajos o te enamore una fotografía. Lo más bonito del mundo es que me preguntes cómo estoy y me escuches.
Lo más bonito del mundo es buscar tu nombre en mi agenda de contactos y respondas.
Lo más bonito del mundo es que te guste como soy y viceversa. Tu amistad incondicional. Que oigas una canción y pienses: "Me acordé de ti", me lo digas y me la envíes. Que compartas esa foto de tu bebé de anuncio. Que me cuentes lo triste que estás y al día siguiente, me digas lo feliz que eres.
Lo más bonito del mundo es que me quieras 'a pesar' de ser un tanto rara/peculiar.
Lo más bonito del mundo es notar ese abrazo ahora que tanto lo necesito sólo con cerrar los ojos. Lo más bonito del mundo es tu recuerdo a pesar de estar a cien años de aquí.
Lo más bonito del mundo es esa mirada que baila a mi lado sin moverse.
Lo más bonito del mundo es tan sencillo y pequeño que si no andas con cuidado, igual lo pisas.
¿Woody Allen y Alicante? Pardiez, es imposible que haya una conexión.
Si dejamos a un lado que es uno de mis directores favoritos y creo haber visto toda su filmografía, redacté un reportaje sobre él y mi querido profesor Carlos Llorca Baus me dijo: "O lo has copiado, o es muy bueno..." poca relación hay ¿verdad?
Si confieso que me ha hecho reír desde sus primeras películas, hasta las más recientes, pero soy consciente de que "Vicky Cristina Barcelona" es un horror, aunque se lo perdono, tampoco se ve la conexión.
Si reconozco ser un poco neurótica como sus personajes, no... sigue sin haber ninguna razón para poner este vídeo en un blog que habla sobre Alicante. ¿O sí?
La vida es dura, a veces gris o tirando a fea, pero este tipo que me hace reír, y adorar el cine, forma parte (al igual que una escapada fuera de la ciudad, o un baño relajante) de ese conjunto de pequeños placeres que te hacen sentir bien, viva...
He aquí un homenaje al humor, a las secretarias, al ingenio y a tomar esta existencia como se debe: con mucha risa.
Una broma que os regalo a los que amáis a Allen y a los que corréis si oís su nombre.
Ah, y que vivan las fallas y las cartas de amor. ¿Todavía se escriben?
Hace unos días recibí un correo desde Alemania de parte de una persona muy amable. ¿La propuesta? Enlazar una página web que llevaría a mis lectores a encontrar lugares de su interés.
No, gracias. No creo que quien se asome por este blog espere que le ayude a localizar tiendas, hoteles..., al menos así lo espero.
Aquí se habla de lugares que nos gustan, con encanto, con alguna historia detrás. En fin, con alma.
En todo caso, saludos a Alemania y a algunos lectores que han pasado por aquí:
Será porque se acerca la primavera pero he pensado en dar un paseo por Alicante amoroso, ¿sensual?, uno de esos paseos que se dan levitando, ya sabéis con esa sensación de que todo es más bonito de lo que en realidad es porque vamos 'colocados' en el mejor sentido de la expresión.
Tienes quince años, tus padres te dejan ir a la discoteca por la tarde los sábados (OH!) allí te tomas un refresco, bailas y lo más importante: oyes la música que te gusta a todo volumen junto a tus amigas.
Esperas que lleguen los lentos con su ritual. La lámpara de colores chillones asciende a los cielos y las baladas del momento envuelven el lugar. Momento en el que muchos huyen a los billares, y otros no saben si mirar al fenómeno paranormal que se produce en el techo o a quien le gusta.
Y como a esa edad todos nos enamoramos de verdad, un chico te invita a dar un paseo, (probablemente no tiene ni idea de bailar) Es el más moderno del lugar, te dice que trabaja como modelo, y a ti te parece lo más sofisticado que te ha pasado en tu corta vida.
LOS LENTOS, UNA COSTUMBRE DE LA DÉCADA DE LOS 90. IMAGEN: DIAADIA
"Salgamos a dar un paseo" y el chaval que parece David Bowie con su pelo rubio y un abrigo negro que le llega a los pies te propone dar una vuelta por La Explanada. Y con el corazón en un puño, pisas las teselas con forma de olas, le miras de reojo, y él como mucho te pasa la mano por los hombros. Debe medir como 1,80 y tú pareces su hija, pero en esos momentos de nervios en el estómago, de hacer como que miras los puestos, da igual.
Somos unos alicantinos de tantos y tantos que pisarán ese suelo entre palmeras. Nuestras pisadas se mezclarán con las de otros paisanos que sintieron la misma emoción que nosotros, con quince, con dieciséis o veinte años.
Pero el amor es efímero, y a esas edades más. Entonces, con unos cuantos años más vuelves a enamorarte de verdad. Esta vez es francés y ni siquiera os entendéis. El diccionario pasea con vosotros por las calles de Alicante. Por el puerto. Y le maravilla la Comandancia de Marina, un edificio que fue destruido vilmente por las autoridades.
A él le asombra y a ti más, sólo quedan los restos... le explicas que las cosas hermosas y con historia, a veces se esfuman, y no por voluntad propia sino por el expreso deseo de quien no tiene sentimientos o sentido de la lealtad.
Como ha visitado Alicante desde hace años, no lo comprende pero tú tampoco.
Y con ropajes blancos, como si saliéramos de una fiesta ibicenca, tomamos un helado en el mítico kiosko Peret que lleva en la Explanada unos cien años. Somos una de tantas parejas que se han sentado allí y han degustado un sabroso helado en el verano alicantino.
Un día aparece con un retrato. Dice que lo ha dibujado él pero tú sabes que se lo ha encargado a uno de esos artistas que se sitúan en el paseo y reproducen fielmente las caras de niños que impacientes posan, o fotografían a carboncillo una imagen que alguien les ha cedido (seguro que ése fue el caso)
Él añade una frase: "JE T'AIME POUR LA VIE" pero, la vida sigue y el amor se esfuma. O no...
VISTAS DESDE EL CASTILLO SANTA BÁRBARA. SERRA GROSSA.
Y pasados unos años, vuelves a pasear por encima del suelo. El atontamiento dulce ha vuelto. Y se producen de nuevo las presentaciones: "Aquí mi corazón, perdón, aquí mi ciudad... aquí:.." y el amor a primera vista, surge.
Se cuelga de ti, del Barrio, de la Biblioteca Azorín o Biblioteca de la playa, la Literatura que emana del edificio le debe volver loco porque te dice "te quiero" y tú le crees. En realidad, no, piensas que debe ser efecto del cóctel provocado por la dopamina, adrenalina y norepirefrina y la brisa de la playa del Postiguet.
Tras recorrer playas, calles con solera, locales donde la música suena mejor y la lima con limón sabe más ácida, el tiempo pasa y compruebas que el amor no es para siempre, pero como una cría de quince años sigues creyendo que tropezará de nuevo contigo.
Sin embargo, es la ciudad la que sigue ahí, a veces dolida por cambios que no le sientan bien, que dañan nuestra vista y nuestros recuerdos, pero al final, su esencia es la que perdura y la queremos con sus defectos y sus virtudes.
Ese es el amor verdadero. El que acepta al otro tal y como es, o como puede ser porque a veces, no está en sus manos.
Una vez más, recorreremos Alicante con emoción y curiosidad.
El Parque de la Ereta, las calitas, el Barrio de Santa Cruz y nos sentaremos en los bancos del Teatro Principal no sé si a esperar a esa persona que nos acelera el corazón con la cual ya no paseamos, o sencillamente para ver pasar a la gente. A otras parejas que a pesar de todo, se miran como si acabasen de bailar un lento en un aparcamiento lejos de las miradas.
He decidido hacer un pequeño cambio en el blog. Cuando comenzamos éramos tres y ahora que me he quedado sola, retomaré el estilo de mi primera bitácora.
Mi cámara me sigue acompañando en mis excursiones urbanas. Y como siempre me han seducido las historias pequeñas,ellas serán las protagonistas.
Me cuesta centrarme en un tema porque tengo un defecto: ¡Me interesa todo!
Desde el astronauta de la NASA Scott Kelly, que ha regresado de la Estación Espacial Internacional (ISS) midiendo más que su hermano gemelo, hasta sucesos acontecidos en Alicante, como he podido oír hoy gracias a El nostre Alacant d'antany, os recomiendo un artículo publicado en el diario el Thader el 13 de febrero de 1896 que recoge un accidentado embarque. Pasando por la nueva aventura cinéfila de Paco Huesca como director del Festival de Cine Independiente de Elche. Pero lo voy a intentar: buscaré una historia que sea de tu interés y me centraré en contártela como si estuvieras a mi lado. Dicen que la vida está compuesta de círculos que vamos abriendo y cerrando. Vuelvo a abrir uno semejante al de hace unos años donde habita una persona a la que le apasiona la comunicación, teclea historias ajenas y propias con un fin: disfrutar. Nos leemos pronto.
Salí de casa con la intención de no volver, justo el día de Nochebuena. No había sucedido nada de particular, a veces, dan ganas de salir a dar una vuelta y que se prolongue un día.
Sin rumbo, tras un breve paseo, realicé una llamada y quedé con un amigo, al menos el día de Navidad sí tendría un significado: felicidad de la mía, no de la que dicta el calendario.
Me perdí entre los pasillos de un centro comercial. Caras largas cargadas de paquetes, dependientes con un semblante serio y con un mensaje en la frente: "Me quiero ir a casa". Lo normal.
Pero como siempre, las sonrisas atraen sonrisas, y me planté una en la cara antes de entrar a una tienda y recibí la mejor de una chica que me dio un discurso sobre las tallas y lo mal que lo pasaba alguna gente para encontrar algo que le favoreciera. Sólo le había preguntado por un pantalón.
La miraba con ternura mientras sorteaba los pasillos de la tienda como si estuviéramos en mitad de un laberinto de ropa imposible que ni ella ni yo pondríamos jamás.
"Color, hay que meter el color en nuestras vidas", me dijo.
"Estoy de acuerdo, es lo que busco".
No hubo suerte, pero las dos nos felicitamos las fiestas (o algo así) y seguí con mi misión. A veces, una no es consciente de la realidad al cien por cien, sobre todo cuando no ha dormido. Y esa sensación te hace flotar y relativizar las cosas.
Creo que me tropecé con diez chicos jovencitos que con caras entre pícaras y de una hombría que no les había visitado sujetaban bolsas con lemas femeninos. ¿Regalitos para sus chicas? ¡Seguro!
Mi adquisición fue un pintalabios rojo.
Cuando consulté el reloj comprendí que era mejor deshacer los pasos y acercarme a la parada de autobús. No hacía frío. No parecía el mes de diciembre. Sólo llevaba una cazadora (imitación al cuero) y pasé por al lado de un puesto de churros que no encajaba con esa temperatura primaveral.
Perdí el autobús. Lo perdí por contestar al teléfono, porque no pasó a la hora de siempre, y porque en el fondo, lo tenía que perder. Me dirigí a una parada de taxis, no había ninguno. Bien, tranquila. Volví a la parada, una chica que trabaja en una tienda a la que he ido alguna vez, sólo acertó a decir:
"Aquí había una pareja y han subido en un autobús, yo no tengo ni idea, nunca los cojo, ahora vienen a por mí"
La miré. Ella sabía que no tenía cambio, que las tiendas habían cerrado y no fue capaz de decirme: "mi chico y yo te acercamos a otra parada".
Suspiré, "el espíritu navideño debe ser un invento". Para no engañar, ni siquiera pensé en que me pudieran llevar a ningún lado, su mirada lo decía todo: "Me importa bien poco lo que te pase"
Intenté cambiar mi billete. Misión imposible. El centro comercial cerró, el chico del puesto de los churros, me dijo que acababa de cambiar a una chica y me mostró lo que había en la caja...
La culpa era mía: ¿A quién se le ocurre "escapar" ese día y luego querer volver?
Los centros comerciales son lugares extraños, llenos de luz y color en mitad, normalmente, de la nada. Pero allí, entre la oscuridad, había un chico bien vestido que no paraba de mirar a la puerta. Le pedí cambio. Pero no tenía aunque sí una buena frase:
-Soy cristiano y tú no tienes con quién volver a tu casa, ¿cómo te voy a dejar aquí? Te vienes conmigo en cuanto salga mi novia.
¡Y me puse a llorar! El chico era gitano, y tenía unos ojos verdes que se le salían. Nos contamos nuestras vidas en ese rato de espera. Pinceladas, un trailer.
- ¿Cómo te podré devolver el favor?, le pregunté.
- ¿Tú crees en Dios? Bueno, no hace falta, pásate por mi iglesia, soy pastor evangelista.
Me reí. Y me sequé las lágrimas. ¡A esa iglesia habíamos intentado ir una persona y yo durante años! Y ahora era invitada con honores, por un chaval que como buen cristiano, y sin conocerme de nada, me llevaría a casa.
- Todos sufrimos, lo pasamos mal, pero hay que seguir, ¿crees en las señales?
A esas alturas yo creía que Woody Allen estaba tomando notas en un rincón para grabar un corto urbano surrealista.
Su mujer tardaba en salir. Y su primo se unió a la conversación. Ambos eran jóvenes y con unas vidas difíciles, pero no les entraba en la cabeza dejarme allí; a ver, una es adulta, podía haberme ido andando sin mediar palabra, hasta mi casa: ¡Qué osadía! No me lo permitieron.
Cuando ya me había hecho a la idea de acudir, no sé muy bien qué día a la Iglesia, me tocaron el hombro, era el chico del puesto de los churros...
- ¿En qué dirección vas?, me sabe mal... igual te puedo acercar.
Un pastor, un centro comercial, un churrero con buen corazón y nochebuena.
La cuestión es que le venía bien y opté por irme con él, al fin y al cabo, el pastor jovencito (Antonio) esperaba a su mujer, y creo que ya me había ayudado bastante con la conversación. El churrero, Pedro, puro nervio, me contó que eran buena gente.
El conductor, el más joven de los dos, el día anterior le había pedido un churro, aunque no llevaba dinero, y ese mismo día se lo había pagado.
"Son buenos, quizás muy insistentes con el tema de la religión"
"No, no hay problema...", le dije mientras seguía su ritmo. No sabía nada de él, a mí me inspiraba confianza y le seguía muy tranquila, una vez dentro del vehículo le di las gracias. Le confesé que tenía carnet pero me faltaba lo más importante: un coche.
Sonrió.
Hablamos del puesto, de que el negocio de los churros iba unido a las hamburguesas, y que su puesto había sido testigo de muchos conciertos de cantantes conocidos en nuestro país.
- ¿Te espera tu familia para cenar, no?, le pregunté...
- ¿A mí?, y dejó de mirar al frente...., a mí no me espera nadie. Mi padre murió hace diez años, mi hermano hace tres y mi cuñado hace uno... ¿crees que mi madre tiene ganas de celebrar algo esta noche? Ahora me haré un bocadillo y a seguir viviendo. Estas fiestas son malas. Algunos no lo comprenden. Familia, familia... ¿y si no la tienes?
Me arrepentí de haberle preguntado, pero al instante estaba sonriendo y comentándome que el puesto estaría allí hasta el 6 de enero y algo sobre un concierto de Alejandro Sanz y una lluvia a cántaros.
Como un rayo llegó a mi calle, y le di dos besos. No se me ocurrió desearle felices fiestas y sí le di las gracias dos o tres veces.
- Voy a San Vicente, me pillaba de paso ¿qué tienes que agradecer? Cuando llegué a mi casa no había cena. La primera vez en mi vida. Pero me sentí muy feliz. Consulté el teléfono y tenía felicitaciones de todo tipo, lo dejé a un lado y les di un beso a quienes me esperaban. El ruido de los salvajes con la música y los golpes continuaba intacto. Les conté mi historia y les di dos detalles que había comprado para ellos.
Creo que ha sido la mejor nochebuena de mi vida. Tropezar con gente buena. Gente buena que se porta bien sin esperar nada a cambio.
Ayer, día de Navidad, un amigo me dijo que le asombraba mi falta de confianza, otra amiga me soltó el mismo discurso que consistía en: "Haberme llamado" Les dije que les quería mucho pero que no se me ocurrió llamar a nadie. No tenía ganas de molestar. Además, si lo hubiera hecho, me habría perdido esa experiencia.
Ahora tengo que pasarme por esa iglesia, aunque sea para saludar y comprar una docena de churros.
Por cierto, mientras daba un paseo por la playa anoche, le confesé a otro amigo algo de lo que no había sido consciente... entre los recovecos de mi monedero llevaba varias monedas, que quizás hubieran podido pagar ese taxi.
Hace mucho tiempo, dos niños se enamoraron. Alejandro se enamoró de Virginia el día que le regaló -en un acto de valentía- una de las piedras que coleccionaba y ella la guardó despacito en uno de sus bolsillos. Él no necesitó ninguna prueba más. Aquella niña de pelo largo y negro sabía valorar sus tesoros. Siempre la querría.
Virginia era opuesta a él. A ella le gustaba hablar, reír, tenía muchos amigos y un poco de mal genio. Al principio, eso le hacía gracia, pero a veces, la observaba de lejos y si la veía con el ceño fruncido sentía un dolor en el estómago y le daban ganas de pedirle su piedra.
Pero, de repente, se acercaba hasta él, que andaba solo dando paseos, le ponía la mano en el hombro y le preguntaba cualquier cosa. Entonces, la miraba y sus ojos volvían a brillar y el estómago no le dolía.
Poco a poco, las charlas se convirtieron en un ritual. Se alejaban del grupo y ella apenas hacía caso a sus amigos. Se sentaban en el suelo y con la cabeza apoyada en el hombro del niño, oía sus historias sobre lo lejos que está la Luna de la Tierra.
La primera vez que estuve en la tetería WASLALA fue en el mes de noviembre del año 2008. Uno de esos momentos para recordar. Por la compañía y por el ambiente. Por aquel entonces el local lo llevaba otra persona.
Está en el Casco Antiguo, en la Calle Argensola, número 7.
Waslala es uno de esos lugares donde apetece ir en verano y en invierno. Entras y parece que todo va más despacio. No sé si es por la pequeña fuente que hay, la música, o por la decoración.
31 OCTUBRE 2015
Son muchos los artistas que cuelgan sus cuadros para decorar (y vender) en las paredes de este pequeño oasis.
Entre ellas, destaca un enorme mural del artista Manuel Galdón. No os perdáis la explicación de lo que cada figura representa, seguro que más de uno sonreirá al verse reflejado.
OBRA DE MANUEL GALDÓN. 31 OCTUBRE 2015
Este sábado acudí sola. A veces, hay que hacer actividades en solitario. Aunque sea para tomarse un rooibos. Estar sola es un ejercicio muy sano para la mente.
Más tarde vería a otras personas, pero ese momento era para mí. En mi tetería favorita. De repente, la batería de mi móvil "murió" y el chico que trabaja allí (todavía no sé cómo se llama, disculpas) fue tan amable de cargarlo.
NOVIEMBRE 2008
Y pude recrearme en el "paisaje". Cuatro amigas que parecían venir de compras y charlaban, dos parejas que mencionaban la palabra "aplicaciones" de vez en cuando y uno de ellos no paraba de bostezar, otra pareja frente a mí, sin teléfonos por medio, compartían un postre y sonreían cuando se miraban.
NOVIEMBRE 2008
Saqué mi cámara y pensé: son muchos años, y les prometí un artículo en el raro verano de 2014, ¿será hoy el momento?
Y mientras hacía alguna que otra fotografía dejé de sentirme sola. El objetivo tiene algo de magia- y a los que os gusta la fotografía lo sabéis- porque mientras disparas es como estar escondida.
31 OCTUBRE 2015
Lugar con encanto
Los lugares se convierten en mágicos o especiales por las personas, y Waslala poco a poco, con sus nuevos dueños, lo va consiguiendo. El ritual de ese té de degustación como bienvenida, las palabras amables de la persona que te atiende, su tono de voz pausado, su sonrisa...
Durante estos años he vuelto a Waslala con amigos, o sola un par de veces. Y la experiencia siempre es agradable. Un batido, un zumo, una cena con una amiga, una conversación, o sencillamente: hacer tiempo en un espacio como esta pequeña tetería es más agradable.
¿TE APETECE UN ROOIBOS?
Cada pared, cada detalle me trae recuerdos, y todos son positivos. Así que os invito a pasaros por allí, si ya la conocéis como yo, desde hace años, perfecto, si todavía no has tenido ocasión: hazlo.
Podrás escuchar música, perfeccionar idiomas o simplemente: tomar un té mientras observas a la gente.
Acabo de ver "Las ventajas de ser un marginado". Una película basada en un libro de Stephen Chbosky. No conocía el libro, ni en 2012 o 2013 cuando se estrenó la película le presté atención. A veces, las buenas historias tienen que aparecer en el momento justo. Esta tarde lo era.
Charlie, el protagonista, es un chico solitario, con una carga de sufrimiento que compensa redactando cartas a un amigo. Su objetivo: encontrar a alguien con quien hablar. Él es dulce, listo, prudente y frágil.
Adentrarse en la adolescencia es un terreno arduo para el cine, y no digamos para la novela. Los estereotipos acechan al autor a la mínima. Y cualquier producto que tenga a estos personajes como protagonistas despierta un recelo en el espectador. No es mi caso. De hecho, me aburren de manera soberana, muchos de los temas denominados 'importantes' desde el punto de vista adulto.
Lo esencial en nuestras vidas no es más que: la lucha por no sentirnos solos, la lucha por encontrar amor, saber sobrellevar el dolor, gestionar la locura que todos en un grado u otro, llevamos de serie, aprender a dejarnos llevar, recuperar la alegría y vencer a los miedos por muy grandes que sean. Y el de Charlie es un miedo que roza el trauma.
En "Las ventajas de ser un marginado", no hay historia de amor perfecta, ni amistades al uso, sólo problemas y alegrías que le pueden pasar a cualquiera, pero que a una determinada edad se viven con mayor intensidad y que si no se gestionan bien, pueden convertir a una excelente persona, en un hombre o mujer invisible para el resto, y peor aún, con un sentimiento de culpabilidad que no le permitirá vivir en paz jamás.
Pero no creo que sea una película o un libro para adolescentes, sino para personas que sean capaces de vibrar con una canción a todo volumen dentro de un coche. Para las que todavía, tengan la edad que tengan, les apetezca vivir esta corta vida como les da la gana. Sin hacer daño a nadie, pero sin pertenecer a ninguna tribu: los casados, las madres, los que interpretan la edad que tienen, no según cómo se sientan, sino como les han dicho que tienen que sentirse y así hasta el infinito.
Tal vez sea cierto que hay una edad para cada cosa. No lo sé.
Lo único que sé es que me emociona hablar y pensar sobre los temas que trata la película. Y me aburre hasta dormirme de pie, lo convencional.
Nadie dijo que tener dieciséis o dieciocho años fuera maravilloso. Está bien que este tipo de películas recojan, un drama, mezclado con la valentía de unos chicos que se sienten perdidos y que sufren y a la vez, viven minutos en los que experimentan la felicidad plena al sentirse vivos, aunque sólo sea a ratos. El cine es diversión, pero en ocasiones, existe espacio para la reflexión.
Nunca vería "50 sombras de Gray" y sí un par de películas más como "Las ventajas de ser un marginado-invisible" ¿Por qué? Porque es más auténtica y real, incluso en lo que a sexo se refiere.
Curiosidad: Leo una crítica en la que destacan que gustará a personas que eran jóvenes en los 90. No creo que los jóvenes de ahora carezcan de sentimientos y de empatía (al menos no todos) Director: Stephen Chobsky Guión: (Libro de Stephen Chobsky) Reparto: Logan Lerman
Nota II: Paso de un trailer cuando no recoge la esencia de la historia que hay detrás. Nota III: La vida sigue siendo hermosa y complicada a pesar de creernos más sabios. Al final lo que duele, duele y mucho, pero cuando se es feliz... somos infinitos, con 16, 26, 36...
Hay personas que maldicen cuando el despertador suena. Maldicen en arameo. Si se les queman las tostadas o la leche se calienta demasiado, vuelven a maldecir. Cuando salen de casa y sus piernas les llevan hasta su vehículo o el autobús de turno, miran el cielo y se quejan si hace demasiado sol, o si por el contrario, llueve.
Quejarse es su forma de ser. Su 'encanto'. Y se dedican a protestar por cualquier pequeña contrariedad que surja en su rutina, como que alguien a quien hace tiempo que no ven, les salude y les haga perder cinco minutos de su vida mientras almuerzan.
La vida les molesta. Los demás les molestan.
Si un conocido, o amigo, acude a ellos para compartir un problema, se alteran. ¿Cómo osa ese ser humano a perturbar su paz? ¡Sus problemas sí son importantes! ¿Acaso cree ese desdichado que va por la vida con un diván soportando las neuras de los demás?
No hay mayor ofensa para él, que una persona con dificultades. ¡Él las tiene! ¡Y mucho peores! Es más, el planeta entero debería darle las gracias por tratar de ser amable. Es un esfuerzo tan grande, que ni un Óscar sería suficiente premio a su gesta.
Ayer, me encontré en una parada de autobús a un matrimonio veterano. Ante las preguntas de rigor sobre el tiempo que llevaban esperando, me dieron una lección. Una más de las que tengo que seguir recibiendo.
Ni era mi mejor día, ni tenía ganas de estar allí. Quería que el autobús llegara y marcharme a casa. Pero ellos tenían un plan. Mucho mejor que esos vídeos motivadores tan buenos que encontramos por Internet.
El hombre, un caballero sin un cabello en su elegante cabeza, con pequeñas gafas y mirada pícara, me confesó -como suelen hacer las personas con ganas de hablar- que llevaba 65 años junto a ésa mujer.
La mujer, una señora con la sonrisa puesta desde el minuto uno, no paraba de insistir en que me sentara a su lado. A lo cual me negué dándole las gracias.
Llevaban desde las 12 sentados allí, esperando un autobús que no llegaba nunca. Él miraba a la acera y señalaba con la cabeza las gotas de lluvia que hicieron acto de presencia. Frunció el ceño.
Pero ella, más rápida, me contó que todos los días amanecía diciendo lo mismo: hoy va a llover. Sin importar el mes, la estación, ni la hora. Mi primera sonrisa del día, o tal vez la segunda.
Luego le incitó a que no protestara. Llevaban varios días sin salir de casa, y al menos habían:
- Visto pasar coches
- Les había dado el aire
- Y estaban hablando con una chavala simpática (ahora explico lo de chavala)
No he visto una manera tan graciosa y digna de transformar una pésima situación en algo agradable. ¿La comida? Ya no le daba tiempo a preparar algo sofisticado, así que gracias al autobús comerían algo distinto. Sencillo.
El hombre me miró mientras observaba un coche. Tenía uno nuevo en su campo y nadie lo utilizaba. Asentí. ¿Era una propuesta?
A esas alturas de la conversación, y de espera, cansada de estar en esa posición en la que se colocan los futbolistas, pero con bolsa de la compra en vez de balón, acabé sentada junto a la señora que estaba más contenta que el niño que a nuestro lado, nos martirizaba con los petardos que tiraban al unísono él y su padre, uno de esos seres vestido como si fuera un adolescente, que sonreía de manera un tanto estúpida, he de confesar. Lo apunto porque intuía que estaban molestando a mis venerables acompañantes, pero tampoco le dieron mucha importancia, así que me olvidé del niño y del progenitor ipso facto.
De repente el caballero lanzó al aire un suspiro: "Qué malo es hacerse viejo". Y sin pensarlo le contesté que peor era no serlo. Provocadora...
Me sonrió mientras me preguntó lo que todos los señores que saben que aparentan menos edad, gustan de plantear: ¿Cuántos años crees que tengo? y sin darme tiempo a decir una cifra, me espetó, "90"
¡90! ¿90? 90...
"Y yo, 83", anunció la mujer mirando al suelo.
¡Aquello era imposible! Esa pareja de tórtolos habían hecho un pacto con el diablo. Y con las buenas maneras, todo sea dicho.
"¿No te he dicho que llevo 65 años junto a esta mujer?", me preguntó con una media sonrisa...
Un poco roja, asentí. Supongo que cuando me lo había dicho mi cabeza estaba saturada de otros pensamientos más "importantes".
¿Entienden ahora lo del término 'chavala'? Prácticamente una adolescente para ellos.
Antes de llegar el autobús, la señora, adivinando que en mi cara mucha alegría no se reflejaba me comentó que no debía estar triste. "Uno tiene que estar triste cuando fallece una persona a la que quiera mucho, nada más"
"Tengo tres hijos. Buenos chicos. Los tres tuvieron novia muy jóvenes. Los tres se quedaron sin ellas tras diez años juntos. Fueron ellas... ellas les dejaron. Creo que una está arrepentida"
Yo la escuchaba con atención.
"He sufrido mucho con ellos. Estaban tristes. Pero ahora son felices los tres. Con tres buenas mujeres"
Y yo no pude evitar pensar en que me estaba contando un cuento. Y los tres vivieron felices para siempre y comieron perdices, pero pronto volví a recuperar la sensatez.
El volvió a sacar el tema del coche. "Ninguno de ellos lo quiere. Y está nuevo, de verdad..." a lo que ella añadió como si él no la escuchara "Es que ya no está para conducir..."
¡90! ¿90? 90...
Y el milagro se produjo. Nuestro vehículo llegó. Ya no estaba nerviosa. Y creo que triste tampoco. Las miradas tiernas de esos dos personajes, me habían trasmitido mucha ternura y paz. Deseé que fueran mis abuelos. O amigos de mi familia de toda la vida. Y poder visitarlos. Valoro el sentido de humor y cómo gestionan los momentos desagradables, algunas personas. Sé que aquella mañana no les importó estar sentados durante una hora en aquella parada.
Sé que me faltó algo: darles un abrazo. Y lo pienso ahora que escribo estas líneas. Sí, soy de esas locas que preguntan "¿Te puedo dar un abrazo?" Y estos dos, se merecían uno y bien grande.
Las mejores historias no ocurren en paisajes ideales, sino en lugares donde el asfalto, las prisas, y la gente conviven. Sólo hay que detenerse, y escuchar.