Un barrio de la periferia, cinco niños de unos diez años, comen pipas mientras hablan. Me acerco a ellos. Intuyen que me ocurre algo y me preguntan si estoy bien a la vez que me ofrecen pipas.
Meto la mano en una bolsa pringosa y les sonrío dándoles las gracias.
Les cuento el motivo de estar tan enfadada y triste. A los pocos minutos, me veo haciendo terapia con unos chavales que no van a colegios privados, ni visten con ropa de marca y probablemente no tengan los mejores juguetes del mundo.
Hablamos de peonzas, de rugby y de lo poco que les gusta el fútbol.
Uno se da cuenta de que mi nombre coincide con el de su profesora y dejo de ser yo para convertirme en la "profe". Palabra que repiten como si fuera un mantra y ellos los mejores niños del planeta. Seguro que no es así pero han decido portarse bien.
Uno con pinta de ser el que más quebraderos le da a la maestra me pregunta: ¿Crees en Dios?
Y no sé qué responder...
Otro, el que presume de ser el más alto de todos, me plantea lo siguiente:
-¿Tú sabes lo que es el Big Bang?
- Sí, respondo con los ojos muy abiertos
- Entonces dime, ¿Dios cuándo apareció? ¿Antes o después de la explosión? ¿Quién ha escrito sobre eso?
Yo sólo puedo mirarle y pensar que ojalá en su vida no le condicione el barrio donde ha nacido, o la gente con la que se relaciona.
Le recomiendo que vea alguna serie con el mismo nombre TBBT y al pasar unos días me doy cuenta de que debería haberle recomendado algún programa sobre Ciencia.
En todo caso, los niños brillan y espero que él tenga la suerte de tropezar con alguien que se dé cuenta.
Sé que les compraré unas peonzas
Joana Sánchez