1 de junio de 2011

El cochecito alicantino


La realidad supera a la ficción.

Escenario: la línea 6 de autobuses. Un conductor con mucho sentido de humor y paciencia, abre las puertas para que pueda entrar una señora postrada en una silla de ruedas. La mujer que empuja el armatoste no puede moverla.

Miro con perplejidad la sonrisa del conductor mientras la señora exclama:

-¡Podías haber bajado más la rampa! -y algún improperio que me reservo.

Retomo la mirada al dueño del volante y éste, lejos de indignarse, contempla la escena con calma y se ofrece a ayudar.

No es necesario. La señora que empujaba ha logrado montar. Es delgada y la que va sentada rondará los cien kilos. Nos podemos marchar. ¡Qué interesante es tomar el autobús!

Un rumor va creciendo al final del vehículo. Cual película surrealista, divertida y costumbrista, ¿nos valdría la de "El cochecito"?  de Marco Ferreri , la señora reclama una vez más atención. Un joven de rasgos árabes, intenta colocarle el cinturón de seguridad de la zona habilitada para las sillas de ruedas. Pronto olvida su enfado y estalla en carcajadas. Vuelvo la mirada al frente porque una es educada.

Tras dos paradas, se inicia el descenso. El conductor, una vez más se torna en actor secundario.

"Así no, así no... bájela de espaldas que se le va a caer" (la rampa está puesta)

Al reanudar el viaje urbano, el actor-conductor dice en voz alta:

"Lo de esta señora es increíble"

"¿Por qué? -pregunto con curiosidad

"¡¡¡Porque puede caminar!!!!!- estalla en carcajadas- la he visto con mis propios ojos, sube mucho en esta línea. Pero se empeñó en que le dolían las piernas y ahí la tienes. Y un día se va a matar. Más de una vez desde que va sentada he tenido que bajarme para ayudarla."

No pude hacer otra cosa que sonreír. Pensar en José Isbert y su tierno capricho en la citada película donde exigía a su hijo una silla de ruedas motorizada para ser NORMAL como sus amigos (todos impedidos) dentro de esa "tragedia grotesca", definida así por Azcona.

¿Qué quieren que les diga? Que lo siento por la señora que ha de empujar la silla, pero ¿la otra? sólo reivindica algo que a todos nos hace falta: cariño y eso sí, un poquito de descanso que bien lo merecerá.

Este artículo va dedicado a todos los conductores y conductora de la línea 6 por su amabilidad, sentido de humor y su buen hacer. Y por supuesto a la dama protagonista de nuestra historia.


Joana Sánchez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo, Joana, retorno a las crónicas urbanas. Genial.

Alfredo dijo...

que buena la comparación con la obra del maestro FErreri. Las historias urbanas son las mejores.