12 de abril de 2010

Mochila y copa de vino




Siempre ha habido clases. Que se lo pregunten a Josemi Rodríguez Sieiro. El lugar más insospechado puede ser el escenario ideal para tropezarse con una persona con clase. Porque la clase y el estilo no se puede esconder.

El otro día como una senderista sin pretensiones, arribé a un bello mirador. Daremos unos datos para que puedan gozar de la hermosura que captaron mis ojos. Se trata de la Font del Pi. La brisa rozaba el rostro, el sol calentaba pero sin quemar cuando ¡qué ven mis ojos! dos auténticos sibaritas, probablemente de la misma Síbari brindaban con sendas copas. 

Delante de ellos había desplegada una mesita blanca inmaculada. Hablaban un idioma ininteligible pero ese dato no es relevante: el buen gusto no tiene fronteras.

Había hecho un nuevo descubrimiento y no se trataba de un riachuelo, de una ermita que se caía a cachos ¡no! Me hallaba ante una especie desconocida hasta ese instante: el lord de las excursiones. 

Me estaba dando una lección cual Josemi alterado por alguna provocación de sus compañeros en la radio. Aquel dandy de sienes plateadas junto a una señora rubia que lucía un modelo de senderista de lo más chic, sonreía, sostenía su copa (dedo meñique al aire) mientras a su alrededor llegaban sudorosos y jadeantes deportistas de fin de semana procedentes de la mencionada fuente. La plebe, la plebe...

Invitaría a estos seres a escribir un manual para el excursionista de lujo. O sea, el que se lo pasa de lujo copita tras copita sin dar dos pasos. Producía algo de temor saber que ambos debían deshacer el camino lleno de curvas en su ligero y elegante estado de embriaguez, pero hasta para eso derrocharon finura, bajando lentamente en su vehículo impoluto.

Ha nacido una variante del excursionismo de bocadillo y restaurante Casa Peposo: el de mochila y copa de vino, va por ustedes ¡salud!


Joana Sánchez

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