Una, que se había acostumbrado a escapar de la ciudad junto a la compañía del señor R. había bajado la guardia en cuanto a desaparecer un día, dejando bien lejos la ciudad, los quehaceres diarios y una rutina en la que a veces, no encajas.
Por eso, que alguien proponga "salir fuera de Alicante" suena a música. Sobre todo si no hay planes por medio. ¿Un paseo por la playa de San Juan? Bien.
En estas fechas donde una gran mayoría comparte como posesos fotos en lugares exóticos, nosotros apostamos por Altea. ¿Acaso no tiene su encanto? Una vez más, la creatividad y la voluntad puntúa más que el destino final. En Altea, la gente puede dar besos a peces de colores.
UN AMOR IMPOSIBLE |
¿Comenzamos?
Tres personas creen que merecen un día para ellos. Ni hay presupuesto ni necesidad de ir hasta Brasil. Tras una caminata por la playa de San Juan donde el sol no respetó nuestra blanca palidez y le sacó la lengua al protector solar, la conversación fue como las buenas piezas musicales, mejorando a cada minuto.
Hablar es sano. Pero hablar con gente sana, más.
Reír libera endorfinas y fulmina pensamientos negativos.
Tras comprender que es un lujo poder ver la playa, un cielo tan azul y sentir un sol tan potente como el de California, llegamos a una conclusión: somos afortunados.
¡UNA DE CALAMARES! |
Y 'aplatanados' porque el Lorenzo dijo "aquí estoy yo", alguien sugirió: "¿Y si nos vamos a Altea?" Quién soy yo para decir no. Soy tan secuestrable... como decía un friki de antaño.
Y hacia tierras 'alteanas' nos dirigimos. El silencio invadía el coche. Mucho calor. Supongo que también muchas cosas en las que pensar, pero a medida que nos acercábamos hicimos un pacto de silencio: Redescubrir el pueblo como si fuera la primera vez.
Por el camino atisbé el río Algar con poca agua como es costumbre. Tomar la autopista es lo que tiene, llegas rápido pero el paisaje es limitado. Tiempo al tiempo...
Aparcar pegado a una farola tiene su encanto, el de ponerte a prueba y así, haciendo juegos malabares con mis extremidades pude pisar tierra firme, las primeras risas, no está mal.
Altea, aquí estamos. Por cierto, tengo una historia que comencé hace mil años cuya protagonista se llamaba Altea, una depresiva con humor negro que no hubiera encajado en su pueblo.
SUELO MADE IN ALTEA |
Cuando regresas a un lugar donde has paseado, reído y charlado con otras personas, las sensaciones se multiplican. ¿Estoy feliz? ¿Estoy triste? Las calles parecen las mismas, los colores, esas escaleras... hasta que pones el pie en el primer escalón, alguien sugiere hacer una foto y recuerdas que jamás estuviste allí, sólo de paso y no sabes muy bien la razón.
Y entonces esa excursión se convierte en la tuya. Y en las de tus acompañantes, que poco a poco se prestan a mirar todo con una mirada nueva.
¿Estaríamos unas horas, todo el día...? Lo cierto es que Altea se distingue por ser un lugar para tropezar con gente de diversos países, pero también con españoles que han decidido escapar como tú, y respirar ese aire bohemio que envuelve el municipio de la Marina Baja.
Casas blancas, tiendas repletas de arte mezcladas con objetos para el recuerdo y fotos, muchas fotos de parejas, que embelesadas te piden una foto con el Paseo Marítimo de fondo.
PASEO MARÍTIMO DE ALTEA |
Mientras comemos, un matrimonio y sus dos hijos que parecen de un país nórdico nos miran, y no de reojo, el hombre parece querer levantarse y unirse a nosotros, que no hacemos nada de especial: terapia de choque, que dijo alguien, con sentido de humor como única medicación. Su semblante es serio y aunque su familia parece de película, la conversación brilla por su ausencia.
Alguien fantasea en voz alta: "Esto es como estar en la Toscana", y nos olvidamos de él, de sus miradas para prestar atención a la Iglesia Nuestra Señora del Consuelo.
NUESTRA SEÑORA DEL CONSUELO |
Como es costumbre, me acerco al monumento, leo que es BIC desde 2013 y me quedo con ganas de entrar pero mis acompañantes ya descienden por una de esas callejuelas repletas de tiendas.
El calor da paso a una brisa que hace bajar la temperatura. El teléfono suena, un amigo se une a nosotros desde la distancia. Mientras tanto, alguien decide comer un helado, el ambiente invita a ello.
El descenso es cada vez más pronunciado, revisamos las casas que hemos visto al subir hasta Pueblo Antiguo, donde hemos comido y disfrutado de unas vistas de película. Tras un millón de fotografías, esta casita gana por goleada. Decido que me busquen aquí si algún día me pierdo. La casa azul, cómo no.
¿CUÁNTAS FOTOS LLEVARÁ A CUESTAS? |
Y sin ganas nos vamos yendo, pero antes hay que hacer otra parada, ¿una infusión? Nada de entrar a uno de esos lugares donde acude el turismo en masa... una coqueta cafetería nos espera. Una buena manera de despedirnos del lugar, visitar un espacio donde la dueña comenta: "Sí, es bonita pero ahora falta que se llene..." eso le deseamos. Se llama Filarmónica.
Y con música deshacemos el camino, como los protagonistas de "Átame", cantando mientras el coche nos devuelve a Alicante. Desafinamos y estamos contentos/tristes porque se acabó el día pero, mereció la pena el secuestro.
Texto e imágenes: Joana Sánchez
5 comentarios:
texto, fotografía, música, magnífico reportaje, Joana, que hace tofdavía más apetecible volver a aAltea, por mucho que a mi me cueste, ya, subir o bajar por algunas de sus preciosas y empinadas calles.
Un abrazo, amiga.
Enrique a nosotros también nos costó. El calor apretaba. Ni sé cuantos años habían pasado desde que estuve la última vez.
Un abrazo, amigo
Me encanta Altea, Joana ... ay, cuanos recuerdos
¿Sí? Pues un día has de volver, puedes dar una vuelta por el Paseo Marítimo, no hace falta subir tanta escalera.
Uf, a mí me traen recuerdos infinidad de pueblos: Orito, Torremanzas, Agost... No creo que me olvide de ellos nunca.
Dice la canción: "Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver"
No estoy de acuerdo.
Abrazos
Y yo tampoco, Joana.
Un abrazo
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