Hoy lo hablaba con
mi hermano, es difícil declararse seguidor de un único cantante, grupo o
película. Es como tumbarse en la hierba, mirar al cielo y escoger una estrella.
Cada uno estamos
hechos de retazos musicales. De canciones que oían nuestras madres o nuestros
padres nos 'obligaban' a escuchar en viajes eternos.
Puedo vibrar con
el rock más duro, mi primo ha sido y es seguidor de esa música y a él le debo
apreciar ese estilo. Me dejo llevar por Bach porque lo oía junto a un amigo
especial. Creo que no habría espacio para unir los nombres de los músicos que
admiro.
Y luego están los
anónimos, esos que tocan en la calle con el único propósito de alegrar la vida
a quienes pasamos por delante.
Voces como la de Nieves
Conlledo que se
arrancan a cantar un aria delante de un violinista haciendo llorar y aplaudir a
la gente por la calle. Eso no se olvida.
A poco que salgas
de un cine o termines de ver una película y creas que algo te ha pasado por
dentro, me entenderás.
Somos lo que
leemos, oímos y vemos. Unas veces solos, otras con amigos. Que se convierten en
piezas fundamentales. Seres con los que una canción se convierte en LA CANCIÓN.
Hoy se ha ido
Black, ¿el mejor cantante de la historia? No. Pero, sí formaba parte de esa
telaraña que todos tenemos en nuestro interior, tejida a base de letras que nos
emocionan, nos hacen sonreír o reflexionar. A veces: bailar.
Formaba parte de
mi telaraña emocional. La que te hace ser lo que en realidad eres.
No somos:
profesores, dependientes, periodistas, policías, panaderos... somos lo que nos
nutre el espíritu. O eso espero...