Nací en Alicante, por la gracia de Dios y de mis padres.
Mi lengua materna es el valenciano. En mi ciudad, los únicos que hablaban español cuando yo era pequeño, allá por los años 50 del siglo pasado, eran los curas y los maestros. Los alicantinos nos avergonzábamos de nuestra propia lengua y algunos todavía se avergonzarán hoy. Allá ellos.
Yo me siento tremendamente orgulloso de ser alicantino y de hablar valenciano siempre que tengo ocasión; o sea, cuando estoy con valencianos y sé que me van a entender.
Mi lengua materna es el valenciano. En mi ciudad, los únicos que hablaban español cuando yo era pequeño, allá por los años 50 del siglo pasado, eran los curas y los maestros. Los alicantinos nos avergonzábamos de nuestra propia lengua y algunos todavía se avergonzarán hoy. Allá ellos.
Yo me siento tremendamente orgulloso de ser alicantino y de hablar valenciano siempre que tengo ocasión; o sea, cuando estoy con valencianos y sé que me van a entender.
No se me ocurre hablar valenciano con murcianos o con castellanos, porque sería una ridícula falta de educación y de sentido común.Quisiera hablarlo mejor porque en aquella lejana época mía era como algo prohibido.
Eso es lo que falta en esto de las lenguas: sentido común. Porque el sentido común se pierde cuando las ideologías se entrometen y empiezan a utilizar las cuestiones lingüísticas como arma política para dividir a las personas y establecer “hechos diferenciales” que consisten, básicamente, en exaltar las bondades de tu historia, tu cultura y tu lengua para despreciar al vecino y ahondar en lo que nos separa.
Nosotros bebemos agua de Valencia o café licor y jugamos a la petanca. En cambio, a los vecinos les gusta el vino o la sidra y juegan al frontón o la pelota vasca…¡Qué distintos somos! ¡Dios nos libre!. Así razonan los fanáticos nacionalistas, sean asturianos, vascos, catalanes o uzbecos.
Separar, dividir, insultar, manipular la historia… Como si amar tu tierra y tu lengua fuera incompatible con el amor al resto de las lenguas y culturas de las tierras de España. Yo amo a Alicante y al valenciano, porque esa es mi tierra y esa es la lengua que aprendí a hablar en mi casa. Pero amo con la misma pasión a España y al español. Amo la Hispanidad, amo las Españas y amo la lengua de Cervantes. Mi forma de ser español es siendo valenciano, alicantino.
Porque ser español es mucho más que tener un pasaporte. España es mucho más que sus territorios peninsulares, insulares y norteafricanos; mucho más que sus cuarenta y siete millones de habitantes.
España es el Cantar de Mio Cid. Ser español es recordar a doña Jimena en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, defender el honor de doña Elvira y doña Sol contra los traidores y cobardes Infantes de Carrión y combatir junto a Minaya Alvar Fáñez y Martín Antolínez, el burgalés de pro.