El senderismo se puede practicar de dos formas. Una, siguiendo las normas o dos... no haciéndolo. Hay infinidad de blogs y web's sobre este deporte campestre (passondeamigos,porahinoes,etcétera)son serios, ofrecen datos. Hoy sólo me apetece recomendaros Alcoy pero a mi manera, léase estas últimas palabras entonando a lo Sinatra.
Este sucedido tuvo lugar el año pasado. Se decidió ascender hasta la Ermita de San Cristóbal. Hacía un calor poco habitual en mayo. Al llegar al punto de partida varios grupos formados por familias al uso, parejas, niños alterados... poblaban una serie de mesitas muy conocidas para cualquier senderista.
Y allí, en lo alto de la montaña se divisaba una diminuta cruz de hierro. A su lado, la ermita, la cual había de imaginarse. Abajo las gentes acomodadas y arriba esperaba la aventura ¿por qué no se animarían a subir?
Con más entusiasmo que otra cosa comenzó la ascensión por nuestra parte (la de los aventureros). Eran las tres de la tarde, el Lorenzo arañaba la piel y la comida se había pospuesto hasta la llegada. Desde las mesas, las miradas que nos lanzaban hacían daño en el cogote pero aun así: siguió la expedición.
Qué paisaje, qué bello es Alcoy... ¡y qué calor hacía! En casos de cansancio extremo no es aconsejable reír, pero si has nacido con sentido de humor es un problema, puesto que cada cuatro pasos habrás de parar para limpiar tu frente de sudor y recolocarte las costillas por las risas. Íbamos comprendiendo porqué preferían comer a la sombrita.
Por el camino había señales en las piedras: unas bandas horizontales diminutas ¿quién colocará allí esas flechas?-nos preguntamos- la respuesta apareció ipso facto en forma de una gran cruz en el suelo que hizo que nuestra imaginación volara: allí debía yacer el señor que-cargado con un cubo de pintura y unas brochas-había culminado la aventura a medias. ¡Qué hacer! Continuar, la suerte estaba echada.
Las piedras resbalaban tras apoyar un pie, el sudor cegaba la mirada y la gorra no cumplía su misión porque las visiones continuaron. Tras un tiempo (no sabría decir cuánto) lo logramos: Un mesa de piedra nos esperaba, y la cruz, y también la ermita, pero nos dio igual ¡lo habíamos conseguido!
Aunque nuestra soledad duró poco. A los diez minutos apareció un grupo de cuatro personas, nada particular si no tuviéramos en cuenta que dos de ellos eran niños y debían tener unos cinco o seis años. Ahí estaban, frescos como rosas y con ganas de juerga. ¿Por dónde subieron? Nunca se supo. ¿Estuvieron allí realmente? Tampoco se puede confirmar porque su visita fue breve, quién sabe...
Es interesante seguir las recomendaciones, pero siempre y cuando una sea prudente, es más emocionante y divertido hacerlo todo al revés. En este caso mereció la pena.
Por si quieres información y contemplar más imágenes dejo estos enlaces y ya nos cuentas tu experiencia, elijas la opción que elijas.
Joana Sánchez