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18 de septiembre de 2014

"En estos tiempos más que nunca necesitamos la belleza" (Muertos de hambre)




El vídeo realizado por los artistas Elio González y Rubén Tejerina lo resumiría en una frase ¿Leonardo Da Vinci era un muerto de hambre? Bendito sea, entonces. Benditos aquellos que con su imaginación y trabajo son capaces de hacernos pensar, vivir historias a través de sus libros, películas, composiciones y obras de arte.

En este mundo deshumanizado las noticias importantes acaban aplastadas por aquellas que hablan de corruptelas que existen desde que el mundo es mundo, protagonizadas por 'actores' mediocres, a los que un apuntador (si todavía existieran) les negaría la frase en un momento en el que se quedaran en blanco.

En un país donde la tendencia es elevar la crítica a sentencia, a verdad absoluta, dejemos un espacio para los matices, al menos hoy, al menos mientras se leen estas líneas. Es mi única pretensión. 

Los matices, esos pequeños detalles que son las pinceladas que repasa un pintor a solas frente a su lienzo, son esos hechos que no ocupan portadas de los diarios a menos que lleguen a catástrofe. Y con matiz me refiero al último incendio intencionado que ha arrasado 70 hectáreas entre Planes y Beniarrés.

Tanto el arte como la naturaleza van de la mano. ¿Estamos tan ciegos y sordos que no escuchamos el grito que brota de un árbol reducido a cenizas? ¿Hemos dado varios pasos hacia atrás en esta llamada civilización? ¿Cómo hemos pasado de honrar a Hombres Renacentistas para no hacer honor a nuestra supuesta inteligencia quemando bosques...? 

Quiero pensar que somos muchos los que nos emocionamos al escuchar las notas en un pentagrama colocadas gracias al talento de un hombre; quiero pensar que nos importa que un espacio natural sea destruido por la dejadez de quienes andan ocupados en otros menesteres 'importantes' que a nadie importan excepto a ellos.  

Quiero pensar que valoramos lo que otros sembraron antaño uniendo ciencia y arte para mejorar nuestro día a día, incluso nuestra alma, que no somos una panda de estúpidos mecidos al ritmo de un sonido que brota de un teléfono 'inteligente'. 

Que somos conscientes de que compartimos este planeta con personas diferentes a nosotros a las que no deberíamos juzgar y sí escuchar, que el talento no es aburrido sino práctico; que un incendio, sin importar su magnitud, no es una mala noticia sino un pésimo titular.

Por eso, la próxima vez que demos un paseo entre árboles sanos, tomemos aire y valoremos ese gran lujo. Y a la vez, cuando la vida nos ponga en el camino a personas que aman, trabajan o sólo saben ser artistas (como menciona Elio) observemos su trabajo, a sabiendas que no todos pueden ser Da Vinci, pero si son capaces de conmover a una sola persona ¿no merecen por ello nuestro respeto y aplauso? El mío lo tienen ¿y el tuyo?



Joana Sánchez



20 de abril de 2010

Mundo Sapiens



La Fragilidad de nuestra civilización tecnificada se constata cada vez que se produce un cataclismo de tipo natural de cierta magnitud.Es paradójico que algo que bautizamos como fenómeno “natural” y que para el planeta es tan común y necesario como para los seres vivos puede ser respirar, sea tan antinatural y destructivo para nosotros que nos lleve en cuestión de minutos a un estado de civilización preindustrial

Cuando se producen terremotos, fuertes nevadas, etc; de repente nos vemos sin todo lo que consideramos imprescindible. A partir de ese momento nos damos cuenta de lo insignificante que es la especie humana y lo importante que nos creemos.

La naturaleza no puede ser domada por nuestra tecnología. Siendo el espécimen humano solo una plaga que puebla un minúsculo planeta del Universo, nos creemos el súmmum de la creación. Nada más lejos de la realidad. Hay más cosas que nos rodean que son al menos igual de importantes que nuestra existencia.

Según comentaron en su día algunos de los astronautas que pisaron la luna, dijeron que ese viaje al satélite les cambió la vida. De repente sus esquemas mentales se vieron trastocados. Mientras realizaban sus trabajos científicos en nuestro acompañante orbital podían ver lo sencillo que era ocultar la Tierra simplemente extendiendo el dedo pulgar

Disertaban sobre la inmensidad del espacio y la belleza del globo terráqueo desde la lejanía. También destacaban que desde su posición a casi 400.000 Km de casa veían a la Tierra como un todo, donde las fronteras, razas y religiones no tenían para ellos el sentido que le damos aquí abajo.

Cuando los astronautas aún no habían viajado al espacio es como si hubieran estando viendo un cuadro enorme a un palmo de distancia durante toda su vida, solo tenían una visión sesgada del total, al alejarse pudieron ver la obra completa observando matices nunca antes imaginados. Ahora surgía la duda de quién fue el creador de semejante obra y que sentido tenía la existencia.

Seamos por tanto más conscientes de quienes somos en realidad y abrámonos a lo que nos rodea sintiéndonos parte de un Universo interconectado.

¡Que pasen un buen día!



Roberto Muñoz