8 de noviembre de 2013

Los niños sólo quieren divertirse



El otro día no le di el protagonismo que merecía la maestra con la que coincido en el autobús. Ahora ya sé su nombre pero por ahora lo omitiré. 

Me gustó que me echara en falta la otra mañana y yo a ella ayer, tuve que reconocerle. Es una mezcla de la profesora que de niños teníamos como favorita, y una psicóloga con el humor del Dr. House.

La vida es así de grandiosa. Cuando sientes que 'mueres' acuden otros seres humanos sin que les llames para recordarte que tienes un lado bueno que gusta y es de agradecer.



Pero vayamos a la anécdota. Hoy me ha contado que los viernes los niños no suelen estar más o menos nerviosos. Pensemos que da clase en un colegio de ochocientos alumnos y lleva unos cuantos años en la profesión, sabe de lo que habla. Ellos, se agitan sin necesidad de que nadie les diga que un día es sinónimo de felicidad.

El tema a tratar ayer fueron las salidas. Los suelen llevar de excursión, y curiosamente el año pasado visitaron la función del Tirisiti. Les gustó pero no lo entendían. El Tirisiti tiene una voz un tanto peculiar. 

Admito que mi niña interior se agitó mientras la adulta mantenía esa conversación porque ese gamberrillo alcoiano es muy divertido, sin embargo fueron al colegio a mostrarles unos títeres y quedaron boquiabiertos. ¡Aún queda esperanza!

Sólo querían mirar detrás, saber qué había tras esos caballos, y demás personajes que se movían y abrían y cerraban los ojos, les parecía magia.

Otro día, alguien tuvo la idea de llevarlos a las Cuevas de Canelobre, y el viaje fue tan accidentado que si lo del Tirisiti no lo pudieron valorar, esta visita todavía menos. Bastante tenían los pobres con mantener el equilibrio ante el movimiento del autobús, además de que las cuevas no captaron su interés. Lo cual sinceramente me llamó la atención.

Tampoco fue buena la propuesta de ir a Tabarca, demasiada responsabilidad para tomar un bocadillo en una pequeña isla, me confesó como maestra. Además del temor a marearse que admitió. He guardado silencio porque ella me merece un respeto, pero tal vez no ahora, y sí dentro de unos años los 'nanos' quieran visitarla.

Los niños son un mundo, los profesores también y todo lo que tienen que pensar e ingeniar para que cada día una clase sea algo más que una sobredosis de información.

Este año van a dar a cada niño una galleta similar a la que aparecía en Shrek ¡a ella también le fascina esa película, como a mí! y cada uno tendrá la libertad de decorarla como quiera.

Después llenarán las ventanas con ellas a la misma vez que están elaborando un Santa Claus gigante por equipos. ¡No importa lo que salga de esa experiencia! Lo importante es que ellos se diviertan mientras aprenden pero ¿y los maestros?

Afortunadamente en este caso, ellos también quieren divertirse.




Joana Sánchez



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