Cuando se acercan estas fechas no soy de las que se pone nostálgica. El año pasado sí. Este fue más sosegado. La casa está adornada, el humor revolotea por los alrededores pero siento un cariño especial hacia un ritual que perdí y que compartía con Roberto.
Ir a Alcoy y ver al Tirisiti. Me daba igual el frío, lo corta que es la función, lo importante era estar allí y oír la voz de la narradora y contemplar al rufián del Tirisiti, mientras oíamos noticias de la actualidad mezcladas con la historia oficial.
Todo tiene un fin. Mi padre ya no está y jamás volveremos a verlo disfrutar como un niño en el día de Reyes, pero la vida continúa y así sigo, poniéndole ganas a todo. Unos días más otros días menos, como cualquiera.
Supongo que es el ambiente, o el tiempo que te hace recordar sólo los buenos tiempos, pero vendería mi reino ficticio por una función del Tirisiti y un bocata en Lolo.
Feliz Navidad
Joana