Llevamos meses esperando que llueva por nuestra terreta. En realidad los alicantinos nos levantamos con otras cosas en la cabeza, pero los señores meteorológos se empeñan en bombardearnos con términos como alerta amarilla, naranja y de cualquier color que se precie. Y no, no hay manera de que suceda. Ni una mala gotita.
La lluvia tiene un encanto que cuando eres niño valoras. Pisar un charco con tus botas de agua te hace feliz, si chapoteas ¡no hay palabras para describir lo que sientes! sin embargo al hacernos mayores observamos la lluvia con otra mirada.
La de la nostalgia, la de ese bienestar que produce estar en la cama y escuchar cómo cae y suena ese tintineo musical, desde el interior de un vehículo observamos esas carreras entre una suerte de "corredores" formados por diminutas gotas que nos hacen esbozar una sonrisa, y si ese día el niño que llevamos dentro (lo se, parezco Pedro Ruiz) por un milagro decide salir y darse una vuelta contigo, igual llegas a mirar al cielo y dejas que te resbale por el rostro.
Hoy se escuchaba por todas partes. " Las temperaturas bajarán diez grados", "Estamos en alerta, va a caer una buena"... pero no ha sucedido nada. Los paraguas siguen esperando su turno guardados en los bolsos, en los maleteros, esperando el día en que por fin acierten los expertos para desaparecer y así, aunque sea a la fuerza, cantemos y bailemos bajo la lluvia.
Joana Sánchez
2 comentarios:
llevo toda la semana con el paraguas en el bolso sin lavar el coche y pensando en que va a llover en cuanto tienda la ropa tienes razón mejor será bailar
Hola Concepción, gracias por comentar. ¡Yo también he llevado el paraguas! y justo hoy que no me he abrigado apenas, hacía un frío... pero también se agradece :) Sí, bailar es lo mejor aunque sea mientras barres la casa.
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