Hablar sobre Pedrito Rico, implica para mí, sumergirme en un mar de emociones y recuerdos. Este artista, singular y carismático, dotado de cualidades como cantante, bailarín y showman, nació en Elda, Alicante, España, el 7 de Septiembre de 1932, bajo el nombre de Pedro Rico Cutillas.Desde pequeño manifestó su inclinación por el arte e hizo su debut profesional en el Teatro Ruzafa de Valencia y es en el Teatro Price de Madrid donde lo descubre don Ángel de Dolarea y lo contrata para el Teatro Avenida de Buenos Aires.
Es indudablemente ese lugar la catapulta hacia la fama de este alicantino de voz clara y melodiosa, dotado de gracia, salero y simpatía. Allí debuta un sábado de gloria y a partir de ese instante su sino sería el éxito y el reconocimiento de público y prensa.
Hablar de las distinciones que recogió a lo largo de su carrera sería entrar en un terreno conocido por muchos pero vale la pena destacar alguno de los más importantes: El Disco de oro en Cuba por la venta de un millón de placas de su tema Mi escapulario, 2 veces el Guaicaipuro venezolano, el Ariel uruguayo, el Guido peruano, las llaves de Oro de Miami, la Medalla de Mérito al trabajo, el premio ACE concedido por los cronistas de Nueva York y el premio a los valores humanos, este último uno de los más preciados por Pedrito pues era el reconocimiento a sus labores benéficas en cuanto suelo hubiese pisado.
Lo conocí personalmente el 21 de Febrero de 1958. Ya había disfrutado de su arte a través de audiciones radiales y televisivas, pero ese día cuando lo vi en vivo y, a pesar de tener sólo 12 años, comprendí que algo me uniría a Pedrito Rico por el resto de mi vida. Y así fue. Pedro inició en ese año una larga gira por toda América, concitando el aplauso permanente en todos los países.Fueron dos años largos de ausencia para mí pero fructíferos para Pedrito que vio consolidada su carrera en el extranjero.
Cuando regresó a la Argentina en 1960 comencé a frecuentarlo en el Tronío, un afamado colmao de aquella época. Allí, se formaban interminables filas de admiradoras que llegaban a verlo, repitiendo el suceso del Avenida. Las entradas se agotaban con mucha anticipación, pero gracias a mi padre, yo siempre tenía una de las primeras mesas. Recuerdo especialmente, cuando se apagaban todas las luces y comenzaban los acordes del tema “Dos cruces”.
Pedrito aparecía entre las mesas como un ser mágico, con ese ángel especial, que le valió el apodo de “El Ángel de España”. Se escuchaba un murmullo de admiración y allí comenzaba el sortilegio de todas las noches. El cambio de chaquetillas, temas como La zarzamora, Pobre niña ciega, Déjame de tipitín, Que ya no te quiero y el tango Cuesta abajo entre otros deslumbraban a todos.
El Avenida contó con su presencia nuevamente en las temporadas de 1962, 1964 y 1967. Las principales salas teatrales argentinas contaron con su participación estelar, entre ellas: El Nacional, Maipo, Liceo, Astros, Estrellas, Michelángelo, Colonial, Lola Membrives, Ópera, Metropolitan entre otras. En el Astral realizó recitales inolvidables con llenos totales y fue precisamente allí donde un 12 de Octubre de 1987 hizo su última aparición artística en nuestra Argentina.
Como bien se destaca en esta página participó en importantes programas televisivos y tuvo su propio show. En Canal 7 de televisión, muchas veces grababa el programa porque también tenía su show en Uruguay. En aquel entonces muchas de nosotras salíamos del colegio con nuestros guardapolvos e íbamos a disfrutar de los ensayos y grabaciones que a veces duraban varias horas.
El solo rememorar esos momentos me llena el alma. Ya en ese entonces comencé a conocer a un Pedrito Rico diferente. Ya no era solamente el ídolo de multitudes, el hombre asediado y agasajado por todos. Era un ser sencillo, agradable, tierno, atento con todo el mundo, sin distinción de edades ni condiciones.
A todos atendía con la misma deferencia y amabilidad. Ese ser me cautivó, porque era más grande su faceta humana que su personalidad artística y en este mundo en que todo está tan exento de espiritualidad el encontrar personas con esa grandeza de alma gratifica.
Tuve la inmensa fortuna de no sólo pertenecer a su club de fans sino también de estar a su lado y disfrutar de su compañía, de compartir muchos momentos importantes en su carrera y en su vida personal. Si bien dicen que todos somos únicos e irrepetibles, Pedrito Rico fue un hombre con una luz especial. Quizás abandonó este plano sin saber, en su real dimensión, lo importante que fue para quienes lo conocimos y nosotros, debido a su modestia, tampoco supimos valorar debidamente el regalo que significó estar a su lado.
Es verdad que la gente no muere mientras sigamos recordándola. Por ese motivo yo necesito recordarlo cada día de mi existencia y agradecerle por permitirme formar parte de sus afectos, por brindarme tantos momentos de gozo. Fue un elegido y como digo siempre se convirtió en el ángel que me rozó con sus alas transformando mi vida en algo mágico.
Marta Améndola