Hacía
tiempo que no escribía una entrada con excursión incluida. Pero hoy a dos de
agosto, en una hora rara en la que no sé si estoy dormida o despierta (es lo
que tienen las no siestas) os paso a explicar la última.
Como
sabéis, nosotros somos viajeros cercanos. Nuestro aspecto confunde. Ropa
deportiva, mochila, zapatillas preparadas para subir la montaña más alta, pero
no todo es lo que parece.
Decidimos
visitar un lugar próximo y batimos nuestro record: Monforte del Cid y luego
Orito. "Siempre nos quedará Orito".
Sé
que es obvio y hasta pesado, por infantil, pero no olvidéis poneros la protección
solar. Servidora es tan blanca, blanca escocesa -según una dermatóloga- que a
pesar de mi precavida acción de embadurnarme con ese ungüento, me quemé.
Al
grano. Monforte del Cid, pertenece a la comarca del Medio Vinalopó y no llega a
8.000 habitantes.
Limita
con Alicante, Elche, Petrer, Novelda y Agost y su territorio se extiende en la
pedanía de Orito. Lugar con encanto, que posee un centro de peregrinación para
visitar a San Pascual Bailón. Altamente recomendable.
Si contemplamos sus campos,
descubriremos cultivos de uva envasada. De hecho, destaca la colocación del
bolso de papel, que protege el racimo, retrasa la maduración y mantiene los
elementos naturales del cultivo. A 31 de julio, este pasado domingo Roberto y yo fuimos
testigos de semejante paisaje.
Esta
característica hizo posible el reconocimiento de la Denominación de Origen
"Uva de Mesa Embolsada del Vinalopó" en 1988.
También
destaca la elaboración de Anisados y Licores, de hecho, al entrar al pueblo es
lo primero que encuentras en una fachada en letras gigantescas anunciando estas
bebidas. También se dedican al mármol.
Nuestra
sorpresa fue toparnos con un museo. No porque los lugareños no tengan derecho a
uno, sino ¡porque estaba abierto! y era gratis. Se llama Museo de Historia de
la Villa Monforte del Cid.
Su
guía, muy amable nos mostró las dos plantas de las tres en las que se
divide. Tiene un cierto aire al MARQ en su estructura y él nos comentó que
muchos visitantes se lo hacían saber.
Está ubicado en una antigua casa del que fue alcalde de la población, Bonifacio Amorós. El museo consta de tres plantas, las cuales abordan: el paso del tiempo, Íberos y romanos.
En
la planta baja podemos disfrutar de un audiovisual sobre la historia más
reciente de la villa, orígenes de sus fiestas, etc. Además, nos encontramos con
la antigua maquinaria del reloj de la iglesia Nuestra Señora de las Nieves.
En
la segunda planta-llamativa, os aconsejo visitar este museo- encontraremos un
interactivo que nos permitirá conocer la historia de la arqueología
monfortina.
Destacamos
como piezas importantes: el torso del guerrero, la gran mano íbera, el toro
mitrado, los pies de una escultura íbera de hombre y mujer y por supuesto el
toro Ibérico de Monforte del Cid, de más de 300 kilos que data entre finales
del siglo IV y principios del V a.C.
Sobre él se da lugar a un audiovisual acerca del mundo funerario íbero y su necrópolis. La imagen es espectacular. No sé el nombre del diseñador o diseñadora, pero el resultado es visualmente hermoso e innovador. El toro cobra mil formas y colores.
También
cuentan con una mesa interactiva, pero la ley de Murphy quiso que no funcionara
cuando lo puso en marcha. Todo lo demás suplió ese pequeño ¿fallo? Supongo que
había tanta historia, recuerdos y energía ahí dentro que rechazaba el uso de un
ordenador.
Visitamos
su iglesia tras despedirnos de nuestro guía y de darle las gracias. Como el sol
calentaba de lo lindo las fotografías fueron fugaces. Y las sombras nuestras
mejores aliadas. Eso sí, Monforte cuenta con muchos parques y fuentes. Sus
fachadas son pintorescas y llenas de color. En algunas ocasiones recuerdan al
barrio de Santa Cruz.
Comimos
en Orito, lugar del que ya hemos hablado en otras ocasiones. Pero siempre se
descubren nuevas cosas. Esta vez fue un pequeño mirador de piedra y con un
soporte de azulejo que recoge el paisaje que tenemos delante.
No
hace falta que os vayáis muy lejos para contemplar maravillas. Es un lema que
repite mucho mi admirado José María Íñigo, y es cierto como que este artículo
se acaba.
Joana Sánchez