Hace un tiempo escribí sobre una asociación de personas con Asperger. También compartí varios vídeos de un chico que nos explicaba en primera persona en qué consistía.
Yo no soy normal. Quiero empezar hablando claro. Tenía problemas para salir a la calle cuando era una adolescente y luego una joven. Lo bautizaron como agorafobia.
Cuando la ansiedad llega a un pico elevado y la sensación de angustia es grande, no quieres volver a pisar el lugar donde tuviste un ataque de pánico (en este caso la calle).
Si hay un aspecto que me ha molestado a lo largo de los años es que este hecho fuera tomado por terceros como algo por lo que compadecerme. Nunca lo entendí.
Sobre todo si he sido capaz de hacer una vida "normal" y podía montar en avión, en tren y vivir en otras ciudades. Y lo más importante de todo: soy feliz. Sé lo que es el amor, sé lo que implica afrontar grandes responsabilidades y saboreo cualquier pequeño detalle que me ofrezca esta vida.
Pero cualquier problema/enfermedad/trastorno o como queramos bautizarlo cuando es crónico, puede asomar la cabeza y hacerte creer que revives el pasado. En mi caso he tenido suerte, no he sufrido acoso ni burlas.
As We See It (Nuestra mirada) o cómo hablar del autismo desde la realidad
No ha sido gracias a este magnífico trabajo por lo que he pensado en él. Lo recuerdo en muchas ocasiones. De hecho, sus verdades como puños eran acertadas la mayoría de las veces. Pero cuando dos personas no se encuentran bien es imposible lidiar con temas tan delicados.
Los familiares de los personajes hacen lo que pueden porque no son perfectos. Pierden los papeles, cometen errores y dañan por querer proteger. Estallan porque aunque sean dichas sin maldad, las verdades no son siempre ciertas.
Ese padre, ese hermano, esa familia, esa cuidadora..., fallan pero una y otra vez son aceptados por los tres personajes protagonistas. ¿La razón?. Supongo que el amor verdadero puede con todo. Y como dice en el título ¿Por qué es tan importante ser normal?
Quien sea normal, que levante la mano.
Os dejo un vídeo de mi periquito Rocky. Nunca creí que tendría una mascota tan inteligente y a la que grabaría. Aunque tampoco pensé que viviría una pandemia. Rocky fue adoptado en mayo de 2021 y a los pocos meses ya hablaba. Le gusta estar sobre mi hombro, sobre mi portátil, sobre mi móvil y se alegra cuando me ve. Su cerebro es un misterio para mí pero no el hecho de que me quiere.
Lo dejo ahí, como una reflexión.
Joana Sánchez