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PLAYA DEL COCÓ |
10 h. En la playa, sola. El 6 y luego el 2. Como antaño. Como hace cinco años. Con ese empujón que alguien me dio para abrir la puerta y llegar hasta aquí esta mañana. Sola con los iones negativos. Nublado al principio, con un sol templado que ya noto en la espalda.
En la playa alicantina, como siempre. Disfruto de mis rituales tras los nervios iniciales: la crema, 'golpear' la arena para tumbarme en una superficie lisa, como en mi cama, pero con el sonido de las olas real tras de mí. Abajo los audios relajantes de playas artificiales.
La gente. Las señoras en la tercera juventud hablan en voz alta y comparten risas, años y peinado, me gustan. ¡También a un hombre que pasados los sesenta, se gira cuando una de ellas camina por la pasarela de madera!
En la playa. Sola pero acompañada. Alicante es una ciudad de rincones ocultos, de unos pocos que se han salvado de mentes llenas de ideas surrealistas que ni sienten ni conocen el lugar. Alicante no es bonita, es resultona.
La gente. El señor que está moreno todo el año sacó del armario su bañador ceñido. Erguido se pasea, se exhibe o simplemente disfruta.
Chicos muy jóvenes y sobradamente preparados portan una nevera (hay cosas que no cambian) No se quitan las camisetas. No son carne de gimnasio o quizás estén ocultando una piel tan blanca como la mía.
No puede faltar la chica del moño. La joven que lleva mil productos para la cara, para refrescar el cuerpo y camina como una gacela elegante y sin mirar a nadie.
Los niños. De todo tipo y tamaño que se dejan disfrazar por padres protectores que les embadurnan la cara con una pasta blanca, una gorra que no dura ni un minuto fija en sus cabezas, cuando ellos lo único que quieren es correr con sus cubos a la orilla, sin un plan, como afrontamos la vida algunos adultos. Hoy es un día sin plan. Eso asusta a veces, pero a ellos, a los niños, no. Sigo siendo una niña, bien.
En la playa. Cada vez menos sola. A mi lado hay un chico. Quince años, doce...no sé calcular edades. Su mirada está perdida. Probablemente en un mundo mejor que el que habitamos el resto. Mira a la playa. Así lleva un buen rato. Es un chico especial.
El hombre que está a su lado no le habla, creo que está en su propio universo. Están juntos pero solos. El chico que mira a la playa me inspira ternura, sólo observa cómo se hacen y se deshacen las olas traviesas. Parece tan feliz.
Siento que no han pasado cinco años sino cinco días. Aquí no hay pantallas, ni correos, ni mensajes. Esto es la vida. Un trozo de arena apartada, donde se acaba la playa, el ruido de las olas, la calma, poca gente que cumplimos al unísono, sin hablarnos un ritual social.
Unos de vacaciones, otros para lucir moreno, y algunos sencillamente para sentirse vivos.
Joana Sánchez