Como todos los años, cuando se acercan las primeras lluvias otoñales recibo la visita de su “amable” persona que me indica que es hora de revisar y cambiar mis limpiaparabrisas. Le agradezco que se tome la molestia de hacerse cargo de mis “limpiadores” y llevárselos para su disfrute personal.
Como deferencia a su caritativa acción le hago una mención a su persona desde ésta ventana virtual. Le informo que las piezas robadas no se encuentran en su estado óptimo.
Aunque usted elija mi humilde vehículo utilitario como almacén personal de recambios, le recuerdo que en cualquier hipermercado existen juegos de limpiaparabrisas de marcas blancas a un precio al alcance de todo parado, como el que le suscribe.
De hecho, me tocará hacer ahora ese dispendio de escaso importe pero de cierto fastidio. Como ya es costumbre en nuestro idilio, en estas fechas he “felicitado” a mi manera a su árbol genealógico en su plena extensión.
Deseando no ser un transgresor de tradiciones añejas, desearía sin embargo, que para el año venidero interrumpa su rapiña nocturna y que su situación financiera haya mejorado lo suficiente para que su cleptomanía no se cebe en ningún humilde vehículo.
Siento mucho el dolor que le puedan causar estas sentidas líneas al desear romper la unión que nos une desde hace varios años. Pero alégrese de pensar que estaré en perfecta armonía y bienestar sin “vos” y su conciencia, amén de su séquito familiar, permanecerán tranquilos, eso se lo aseguro.
Sin más que añadir me despido de usted deseándole una grata Navidad y que cambie a un oficio más digno en breve. Eso sí, espero que no elija como nueva profesión una que yo me sé y que tantos escándalos está protagonizando últimamente.
Roberto Muñoz