Los excesos de la modernidad ilustrada son evidentes. A pesar de los defectos del mundo actual ¿alguien desea volver al siglo XVI?
En tal caso, el pensamiento débil bajó los humos a los que estaban seguros de todo y ha obligado a revisar falsas evidencias. Lo malo es que ha derivado en pensamiento debilitado, que es otra cosa.
Llevado al límite ha abierto las puertas a la cultura de la incultura, situación carencial que nos está retrotrayendo a una especie de estado mental pre-presocrático.