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11 de febrero de 2015

La biblioteca Azorín o la biblioteca de la playa

VISTAS DESDE LA BIBLIOTECA
Quién no tiene un lugar donde ha pasado horas estudiando. Para una oposición, para una carrera, un grado, no importa, el caso era encontrar ese espacio donde sentirse no como en casa sino mejor; donde la paz no la perturbaba ni el timbre de la calle, ni el teléfono y gracias al ambiente, lograbas rendir más que en cualquier otro lugar.

Durante muchos años ese santuario estudiantil para mí fue la biblioteca Azorín, o como comúnmente se la conoce: la biblioteca de la playa.

Acudir hasta esta biblioteca pública situada en el Paseito Ramiro, 15 se convirtió como en un segundo hogar. A las horas de estudio, salpicadas con descansos, se unía la pasión por la lectura, esa que aparece tentadora cuando una ha de leer otros libros por obligación, y había que escaparse hasta un banco cercano para sumergirse en ellas durante un rato.





Hoy, después de mucho tiempo sin acudir, por fin se produjo el reencuentro. La temperatura de la sala era altísima y mi abrigo y la bufanda pesaban, mi tos la he mantenido en jaque durante la búsqueda de mis libros para no molestar al personal. 

Todo seguía igual. Algunas caras me resultaban familiares, otras no, y algunas simplemente ya no están. Es curioso cómo se llegan a estrechar lazos con desconocidos sólo por el hecho de compartir un espacio. 


Poco han cambiado las cosas. La sala de estudio, me dice el señor que atiende tras un mesa que debe llevar allí décadas "no la abrimos, exceptuando fechas de mucha concentración de gente", asiento y me marcho.

Con mis dos adquisiciones me quedo en la sala de los ordenadores, abro una de mis lecturas y la tos comienza a arrancarse por bulerías. No es plan. No está bien. Allí hay gente estudiando. 





En la máquina de siempre, echo una moneda para tomar algo que se supone que es chocolate caliente, no me importa lo que sea, hace bien su papel y a través de las vidrieras observo la playa. La misma que miraba con envidia cuando en verano me pasaba días encerrada allí con mis apuntes. Hoy estaba diferente. También bonita pero me hacía sentir nostalgia.


Después de un rato, he recogido mis cosas, y mi tos junto a dos títulos de Amèlie Nothomb, nos hemos despedido de ese espacio de donde tan buenos recuerdos guardo. Volveré, como siguiendo un ritual. Un acto espiritual. En silencio. 

Sin molestar y soñando con que algún día seré capaz de leer todo lo que hay en aquellas estanterías. Incluidas las películas, documentales y la música. ¡Para eso debería acudir todos los días y no va a ser así! 

Pero me gustaría tropezarme con un libro que hoy ha sido imposible hallar. Lo están buscando ¿lo encontrarán? Nunca se sabe.

Joana Sánchez