Ayer se pudieron ver las imágenes en televisión. Una gran lengua de fuego arrasaba todo lo que se encontraba a su paso. Los vecinos de Jávea y Dénia tuvieron que ser desalojados en lo que parece ser un incendio intencionado.
Ver este desastre por televisión, Internet o en los periódicos no es lo mismo que vivir en primera persona esta catástrofe. La impotencia, el miedo y la rabia debía concentrarse entre los miles de desalojados.
Alicante tiene rincones en su provincia de los que sentirse orgulloso. El problema acude a nuestra mente cuando se han pisado esos lugares que vemos desaparecer en cuestión de minutos. Son muchos los meses que se han tenido para limpiar de matorrales y no facilitar la tarea a las llamas.
Basta con echar la vista atrás para recordar otro incidente similar pero con menos bajas: el incendio de Torremanzanas en 2012.
Por mucha prevención que exista siempre habrá algún desalmado que encuentre un beneficio en quemar estos pulmones verdes tan necesarios. A pesar de ello, nos quedaremos con lo positivo: ninguna persona ha resultado dañada, y con el trabajo de los bomberos, la UME, la Guardia Civi y Cruz Roja.
¿Cuántos años serán necesarios para reconocer la zona devastada?
Joana Sánchez
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