Trinitario
González de Quijano fue Gobernador Civil de Alicante en 1854. Este político
tuvo que afrontar una extraña enfermedad: el cóleramorbo que se
propagó en nuestra ciudad a través de la comida y el agua contaminada. Más
de 18.000 habitantes fueron infectados en los primeros días.
Una
parte importante de la población había escapado a los pueblos y fincas de los
alrededores, pensando que la enfermedad quedaría atrapada entre las murallas de
Alicante pero la plaga acabó invadiendo toda la provincia.
Mientras
paseaba ayer por el parque de estilo romántico que le rinde homenaje, pensé en
su labor y en lo mucho que se merecía ese homenaje por parte de los
alicantinos.El parque ha pasado por momentos de abandono pero ayer, a pesar del
frío, resultaba agradable caminar entre sus árboles.
El
día 23 de agosto de 1854, Quijano publicó un edicto en el que obligaba la
apertura de todos los establecimientos públicos y tiendas de comestibles,
advirtiendo duros castigos y sanciones a los especuladores que vendan
artículos de primera necesidad a sobreprecio.Y lo pido con la franqueza
proverbial de los vascos.
Ese
mismo día, escribió al obispo de la diócesis, Félix Herrero Valverde,
denunciándole por la huida de la ciudad de la mayoría de los sacerdotes e
instándole a que les obligara a retornar y que se personase en Alicante en
un plazo de 48 horas para ayudarle a confortar a los enfermos y dar ejemplo.
En
su frenética actividad, se reunió con los facultativos para poner en marcha un
plan de asistencia médica dando de su propio bolsillo dinero a las familias más
pobres para que compraran alimentos. Es entonces cuando redactó otro edicto en
el que obligaba a la fabricación de horchata de arroz día y noche para
servicio público y de enfermos.
Quijano
también mandó despachar recetas gratis de medicamentos (que luego abonaría el
Gobierno), concedió ayudas económicas de tres reales diarios a las familias
consideradas pobres de solemnidad, otorgó exención del pago de tributos y prohibió
los cordones sanitarios que mantenían aislado a Alicante. Todo ello, mientras
acudía a visitar a los enfermos, que textualmente se le morían en sus brazos.
Un
grupo de personalidades de la ciudad decidió entonces elevar un monumento en
recuerdo y gratitud del pueblo a su memoria, en el parque de Quijano.
Leyenda: "La gruta de la eterna juventud" es un espacio que se encuentra nada más entrar por la puerta del parque a mano derecha. Pero esa historia será contada en otra ocasión, hoy el protagonismo es para Trinitario González de Quijano.