En un país donde la tendencia es elevar la crítica a sentencia, a verdad absoluta, dejemos un espacio para los matices, al menos hoy, al menos mientras se leen estas líneas. Es mi única pretensión.
Los matices, esos pequeños detalles que son las pinceladas que repasa un pintor a solas frente a su lienzo, son esos hechos que no ocupan portadas de los diarios a menos que lleguen a catástrofe. Y con matiz me refiero al último incendio intencionado que ha arrasado 70 hectáreas entre Planes y Beniarrés.
Tanto el arte como la naturaleza van de la mano. ¿Estamos tan ciegos y sordos que no escuchamos el grito que brota de un árbol reducido a cenizas? ¿Hemos dado varios pasos hacia atrás en esta llamada civilización? ¿Cómo hemos pasado de honrar a Hombres Renacentistas para no hacer honor a nuestra supuesta inteligencia quemando bosques...?
Quiero pensar que somos muchos los que nos emocionamos al escuchar las notas en un pentagrama colocadas gracias al talento de un hombre; quiero pensar que nos importa que un espacio natural sea destruido por la dejadez de quienes andan ocupados en otros menesteres 'importantes' que a nadie importan excepto a ellos.
Quiero pensar que valoramos lo que otros sembraron antaño uniendo ciencia y arte para mejorar nuestro día a día, incluso nuestra alma, que no somos una panda de estúpidos mecidos al ritmo de un sonido que brota de un teléfono 'inteligente'.
Que somos conscientes de que compartimos este planeta con personas diferentes a nosotros a las que no deberíamos juzgar y sí escuchar, que el talento no es aburrido sino práctico; que un incendio, sin importar su magnitud, no es una mala noticia sino un pésimo titular.
Que somos conscientes de que compartimos este planeta con personas diferentes a nosotros a las que no deberíamos juzgar y sí escuchar, que el talento no es aburrido sino práctico; que un incendio, sin importar su magnitud, no es una mala noticia sino un pésimo titular.
Por eso, la próxima vez que demos un paseo entre árboles sanos, tomemos aire y valoremos ese gran lujo. Y a la vez, cuando la vida nos ponga en el camino a personas que aman, trabajan o sólo saben ser artistas (como menciona Elio) observemos su trabajo, a sabiendas que no todos pueden ser Da Vinci, pero si son capaces de conmover a una sola persona ¿no merecen por ello nuestro respeto y aplauso? El mío lo tienen ¿y el tuyo?
Joana Sánchez